Hallaron removida la piedra del sepulcro… (Lc. 24.2)
Al pueblo llamado metodista:
Estamos en tiempo de Pascua de Resurrección, domingo a domingo recordamos los relatos que el Evangelio nos presenta, haciéndonos una memoria de esta experiencia y el impacto que tuvieron para los primeros discípulos y discípulas, como para las primeras comunidades cristianas que hay detrás de estos textos; la iglesia primitiva tomó muy en serio el mensaje de estos relatos y recalcó con fuerza el sentido de que Jesús se levantó de la tumba.
Como mundo; sociedad e Iglesia, estamos viviendo un momento de oscuridad, marcado por la incertidumbre y la expectativa por lo que sucederá a futuro; marcados fuertemente por los signos de la muerte. Ante esto, la afirmación del Evangelio, nos indica que ¡Jesús vive y que se levantó de la muerte! Esto es también un llamado para que como Iglesia vivenciemos esa misma experiencia, no como un hecho histórico a recordar, sino más bien como un permanente desafío: ¡Levantarnos y comenzar a vivir un tiempo nuevo, donde seamos comunidades con mentes, corazones, manos y puertas abiertas, para ser signos del Reino de Dios y su Justicia en este tiempo de crisis!
La noticia de la vida en los relatos del Evangelio es anunciada en medio de los que tienen miedo; los que están encerrados en sus casas, quienes se encuentran en desconcierto, como fue el caso de los discípulos a los cuales se les aparece el resucitado. El mensaje es uno: ¡Paz para ustedes! (Lc.24.36) y será este el mensaje que los cristianos y cristianas de todos los tiempos debemos recuperar en un contexto de desesperanza y en medio de voces pesimistas que hablan de destrucción y calamidad.
La resurrección marca un antes y un después. Del miedo a la alegría, del encierro al “id por todo el mundo”. Ante la pregunta: ¿En qué está la Iglesia Metodista en este nuevo contexto? Debemos declarar que, hemos vuelto al lugar desde donde nunca debimos haber salido: desde la intimidad del hogar de nuestros hermanos y hermanas; enfatizando en la piedad personal, a través de la oración, el ayuno, la lectura de la palabra, los cultos familiares, y las reflexiones que se comparten por diversos medios. La comunicación permanente por las redes sociales que ha articulado una nueva forma de acompañamiento pastoral a distancia; la creatividad de pastores y pastoras por llegar con los medios tecnológicos a sus feligreses, etc. Un desafío para los metodistas es no olvidar que nuestra espiritualidad también se traduce en atender a los necesitados, Wesley decía: Si estas orando y sientes la voz de los necesitados, deja de orar y atiéndele; Si estás leyendo la biblia y alguien golpea tu puerta, atiéndele con urgencia.
Es por eso que, hacemos un llamado, a laicos y pastores, al pueblo metodista, a ser solidarios, específicamente, con quienes están viviendo situaciones complejas producto de las consecuencias de esta pandemia, como es el caso de los que han quedado sin trabajo, los cesantes, y el olvido por los adultos mayores. Ante esto, invitamos a todos y todas, a hacerse parte de las iniciativas locales, distritales y nacionales que se generarán para atender estas preocupaciones. Como Iglesia nacional hemos hecho los esfuerzos, a través de MISOM y la Pastoral Migrante, de atender a más de cien familias de forma solidaria en este tiempo de crisis, mayoritariamente, personas metodistas – migrantes, que han vivido con crudeza estos momentos de inseguridad.
Además, hemos manifestado y visualizado nuestra preocupación sobre lo que vendrá después de esta pandemia, específicamente, como tendremos la misión de reconstruir el trabajo de nuestras Iglesias respondiendo al nuevo escenario, y como las implicancias económicas, sociales y emocionales, nos llevarán a ser sensibles con aquellos que más lo necesitan, donde la Iglesia tiene el deber de actuar de forma misericordiosa.
Estimados hermanos y hermanas, pastores y pastoras, el Señor en este tiempo nos sacó de los templos para llevarnos a dos lugares desde donde nunca la Iglesia debió de dejar de hacer su misión: la intimidad del hogar y el ser Iglesia en las calles, las plazas, los lugares abiertos, siendo misericordiosos con los necesitados, donde somos llamados a ser testimonio de la luz en medio de las tinieblas (Mt. 5.14).
No podemos dejar de valorar el aporte y esfuerzo de las iglesias locales en sostener sus programas y sus compromisos conexionales; el compromiso de pastores y pastoras, capellanas y capellanes; el trabajo en “primera línea” del CESFAM Metodista de Temuco; la atención que prestan los Hogares de Ancianos en Iquique y Antofagasta; el compromiso de los profesores y profesoras metodistas especialmente en las escuelas rurales y en sectores de vulnerabilidad social, el acompañamiento que han hecho las federaciones de mujeres, jóvenes y hombres, el liderazgo laico y pastoral en diferentes áreas, reconociendo la plural forma de realizar la misión en nuestra Iglesia Metodista de Chile.
Que el Resucitado nos una, nos llene de sabiduría, humildad, misericordia y determinación, para llevar adelante este inmenso desafío: Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. (Mt. 25: 35-36)
Pr. Felipe Rojas Cortés, Presidente Ministerio Social
Pr. Miguel Ángel Ulloa Moscoso, Secretario Eclesiástico Nacional
Rev. Jorge Merino Riffo, Obispo IMECH
Santiago, Tiempo de Pascua, abril del 2020.